Viajar con niños pequeños no es fácil pero tampoco imposible. Muchos de nosotros, con familiares en América Latina, no tenemos opción a la hora de querer reencontrarnos con nuestros seres queridos.
Cuando mis hijos cumplieron los tres meses y el pediatra me dio luz verde para viajar con ellos en avión, lo primero que hice fue hacerles un pasaporte. Desde entonces no han parado de viajar. Por supuesto, a medida que pasan los años las travesías se hacen más fáciles y mi mochila se va achicando. Ya no tengo que cargar más pañales, biberones o mudas de ropa adicionales, en caso de tener algún "accidente" en tránsito. A partir del momento en que pudieron cargar su propia mochila, comenzaron a hacerse responsables de sus propios juguetes, libros o lo que quisieran llevar para entretenerse en el camino. Tanto a mi marido como a mí nos encanta viajar y hemos transmitido esta pasión a nuestros hijos.
En la actualidad, a los 10 y 13 años, los dos son prácticamente expertos. No solo arman sus mochilas solos, sino que también les enseñé a empacar su maleta (aunque siempre me aseguro de antemano que no se olviden nada esencial). Tambien les hemos enseñado a navegar los aeropuertos, saber cómo encontrar en las pantallas la información de nuestro vuelo o cómo pasar por seguridad de forma rápida y efectiva. El mundo para ellos no tiene límites y en la era de la globalización, serán ciudadanos internacionales.
via: serpadres.com
Foto: iStockphoto
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