En esta etapa de cambios drásticos debes mantener el control sobre tus hijos sin transformarte en una madre radical. Te damos algunos consejos.
Es evidente que cuando llega la adolescencia la relación entre los padres y los hijos se altera porque los niños que antes se podían guiar, aconsejar o direccionar ahora son jóvenes que están forjando su propio carácter y van adquiriendo nuevas pautas de comportamiento.
Una de las manifestaciones frecuentes de ese cambio es la rebeldía. Esta característica -propia de esta etapa- generalmente viene acompañada de algunas actitudes hostiles, protestas constantes, desobediencia a las reglas tanto de la casa como del colegio, enfrentamientos con los padres o profesores y respuestas cortantes que no incluyen más que monosílabos.
Como es de esperarse esta serie de condiciones tienden a limitar la comunicación y la interacción familiar. Para que esto no se te convierta en una situación difícil de manejar, hemos preparado algunas recomendaciones que te pueden ser de gran utilidad para sobrellevar con éxito la rebeldía de tu hijo adolescente.
Escucha:Aunque puede resultarte difícil, evita interrumpir a tu hijo mientras te expresa lo que piensa, procura no ridiculizarlo ni menospreciar lo que dice y luego si expón tranquilamente tus argumentos.
Corrige en lo esencial:Es claro que tu labor de madre implica hacerle ver a tu hijo lo que es adecuado y lo que no. Sin embargo, es importante que sólo lo reprendas cuando la situación lo amerite, es decir en circunstancias que tengan que ver con su mal comportamiento, con el alcohol, la violencia o su irresponsabilidad. Ten en cuenta que si los regaños se vuelven la constante, él los comenzará a ver como parte de su cotidianidad y no lograrán educarlo en lo más mínimo.
Critica constructivamente: Te guste o no el modo de vestir de tu hijo, su corte de pelo, el tipo de música que escucha o la forma como habla, éstos son aspectos de la personalidad que él está afianzando. Por lo tanto, procura no juzgar ni criticar estas manifestaciones porque lo único que conseguirás es que se encapriche más con ellas y busque refugio en el grupo de amigos con el que se identifica. En conclusión, cuestiona lo verdaderamente importante como por qué actúa como lo está haciendo.
Respeta sus espacios: Atención, porque cuando nos referimos a espacios no sólo hablamos de su habitación, hacemos mención a sus estados de ánimo que pueden pasar, en cuestión de segundos, de ser totalmente eufóricos a depresivos. Esa aparente inestabilidad emocional es más frecuente de lo que crees por lo que no debes darle excesiva importancia. Lo mejor en estos casos es manejar un ambiente agradable en el hogar que refuerce sus pensamientos positivos, contrario a reprocharle sin cesar su desgano o inapetencia.
Asigna tareas: Explícale de la mejor manear que así como tú estás dispuesta a respetar su espacio porque entiendes que ha crecido, pues -por lo mismo- él también debe asumir responsabilidades propias de su edad. De esta manera lograrás quitarte el peso de encima de tener que controlar todo y además le permitirás relacionarse mejor con su entorno.
Crea una buena relación. Genera espacios que les permitan divertirse en familia o busca actividades que puedan compartir juntos y que sean del agrado de ambos. Ten en cuenta que las buenas relaciones entre padres e hijos se deben establecer idealmente desde la infancia para que cuando llegué la adolescencia sea mucho más fácil el entendimiento.
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